Pequeño hogar brillante | Erik Arazi

Cuando me encuentro en soledad y ociosidad me siento el día entero frente a mi caja de tintas y escribo todo lo que pasa por mi cabeza, sin conexión, sin intención. Y al hacerlo me siento extraño. Extraño porque se trata de un escape, de una ausencia. Algo ocurre sin mi intervención, sin mi intención, sin mi voluntad, incluso sin mí. Algo existe sin que yo lo haya creado o padecido.
Por lo tanto me asombro ulteriormente.” Yoshida Keko - Ocurrencias de un Ocioso Erik Arazi dibuja en un cuaderno negro estas partes de una misma cosa, sumergido en la incertidumbre que habitamos, transitando la deriva propia de una perspectiva de futuro nebulosa. Cada obra es un espacio en el que
detenerse años o cinco minutos. El desplazamiento de un dibujo a otro es lo que conforma esta muestra: arma un campo temporal propio, en donde el orden del mundo se ve interrumpido.
“Mi cabeza es esto que se ve acá”, me dice Erik. Entra el sol de frente en su escritorio de trabajo. Dibuja con lápices de grafito de diferente grosor, inventa un código que se organiza divino entre el plateado y el vacío. La cuestión está en el cuerpo haciendo, en la presencia, sin esquema, sin pretensión. Se filtra el carácter sagrado del que se tiñe un trabajo impulsado por otra cosa, fuera
de control, la representación de un estado mental que aparece tenebroso, demencial, brillante, abstracto: así se establece una sincronicidad, una conjunción acuciante, un equilibrio que se arma entre el orden y el caos.
¿Qué es lo que vemos: un reflejo de la realidad, un real que se devela en el intento de imprimir algo de sí? En todo caso, la obra de Erik es inasible, se escurre entre las palabras que podrían nombrarla, y aún así, nos da algo, un momento fugaz de significación, un entendimiento que se materializa para
volver a desarmarse, una conexión que nos vuelve espectadores de un misticismo hipnótico.
por Florencia Melik
La muestra en IGTV
Hasta el 12 de marzo de 2021 en Espacio Ftalo (Gorriti 3864 - CABA)



