El capital simbólico del artista como trabajador

Working dead. Arte y trabajo. Juan Carlos Romero, Pablo Guiot, entre otros, Andrés Aizicovich, Paula Massarutti en Museo Genaro Pérez (Córdoba) desde el jueves 21 de septiembre de 2017 hasta el domingo 22 de octubre de 2017.

Working dead. Arte y trabajo

Cualquier cuestionamiento surge de una tradición, de
un dominio práctico o teórico de la ´herencia´ que está
inscrita en la estructura misma del campo, como un
´estado de cosas´, oculto por su propia evidencia, que
delimita lo pensable y lo impensable y que abre
el espacio de las preguntas y las respuestas posibles.

Bourdieu, 2002:361





En la secundaria iba a un colegio técnico. Usábamos mamelucos azules enteros, un tipo de vestimenta que utilizan los obreros en las fábricas. En cierta oportunidad, como parte de la práctica de una materia, tuvimos que hacer una entrevista a un hombre que trabajaba la piedra, un picapedrero. Su función era transformar piedras redondas en adoquines. El trabajo parecía simple, golpear con fuerza con un cincel y un martillo cada una de las piedras que llegaban a sus manos. Un golpe, dos golpes, tres golpes. La mano vibraba al ritmo de la fuerza que se descargaba sobre el material. El brazo vibraba. El hombro vibraba. Había un gesto en sus ojos. La cabeza vibraba. Su edad era de unos cincuenta años, pero estaba muy desmejorado, parecía tener más de setenta. Nos lo presentaron, pero nadie recuerda su nombre…

Caminando por una calle de adoquines vi miles de ellos tallados a mano.



¿Es el arte un trabajo? ¿Cuáles son las condiciones para el desarrollo de este trabajo? ¿Qué significa la profesionalización en las artes visuales?

La razón de que una y otra vez vuelvan a surgir las preguntas sobre el arte como trabajo y las condiciones laborales de los artistas, se debe a que hay algo en la práctica que se mantiene como un equívoco. El cambio de paradigma respecto a la práctica, desplazando al artista del lugar de genio con algún tipo de don y diferente al resto de los ciudadanos hacia una zona menos romántica, en la cual los porcentajes obvios de cuántos artistas realmente logran vivir de su trabajo, hacen pensar en la necesidad de un cambio urgente para el sistema, sobre todo en la manera en que llegan los fondos para los artistas visuales. Venta de obras, programas de premiación como los salones, becas y fondos en cuenta gotas o demasiado tardíos, se ven anacrónicos.



¿No deberían cobrar los artistas por llenar de contenidos, obras y textos, las instituciones? Los detractores de analizar estos cambios suelen hacer una pregunta: ¿Por qué el estado tendría que pagar para financiar el arte?

Obviamente los países que han impulsado leyes para los trabajadores culturales y programas para la financiación de las artes visuales han encontrado resultados que se multiplican en cientos de ventajas, desde mejor calidad de vida de la población, bajas en índices de violencia, fomento para el turismo, profesionales más creativos por su educación en contacto con las artes contemporáneas y sus reflexiones; Pero no es el punto que me interesa tratar en esta oportunidad; el eje es que cuando se realiza una muestra, las personas que trabajan en un museo cobran por su trabajo. Las horas de productores, diseñadores, enmarcadores, montajistas, electricistas, sonidistas, iluminadores, fletes que transportan las obras, de imprenteros de catálogos y tarjetas, son pagadas. Sólo el artista no cobra por aportar el contenido. Y aquí el punto se divide en pensar que el capital simbólico que el artista acumula en la participación en dicha exposición sería suficiente para cubrir su pago, supuesto capital simbólico que le permitirá luego vender su producción a un precio más elevado, una especie de publicidad encubierta de un producto. Pero en este punto todo se empieza a complicar por las propias especificidades de la práctica, ¿y si el artista es alguien que trabaja con algo intangible? ¿Le sirve al artista este canje? ¿La espera entre la cantidad de presentaciones gratuitas y el momento de la supuesta recompensa tiene sentido?



Esta muestra reúne el trabajo de un grupo de artistas, algunos que hablan específicamente del artista como trabajador, otros, de la necesidad de colegiarse, de la falta de conciencia desde lo público y el compromiso con lo privado, del trabajo y la flexibilización laboral, de la pérdida del trabajo, entre diversos enfoques.

Creo muy valioso pensarlo desde acá, desde el museo, a decir de A.Fraser:”…mi interés en la site-specificity (especificidad del lugar) viene motivado por esta idea. Mi compromiso con la crítica institucional parte del hecho de que como artista y escritora las instituciones artísticas y académicas son los lugares donde se sitúa mi actividad…”

Un golpe más a la piedra, quizás este sea el último.


En Working dead. Arte y trabajo muestran con obras y textos de artistas con visión crítica y compromiso sobre la situación del artista como trabajador los artistas: Andrés Aizicovich, Cotelito, Santiago Chierico, Lino Divas, León Ferrari, Pablo Guiot, Luis Hernandez Mellizo, Gumier Maier, Quinquela Martin, Paula Masarutti, Lucas Mercado, Angel Pacheco, Ricardo Pedroni, Gerardo Repetto, Revista Boba, Juan Carlos Romero y Mario Scorzelli

Curaduría de Gustavo Piñero.



Museo Genaro Pérez (Córdoba) Av. General Paz 33 - Córdoba @MGenaroPerez


1 E.N.E.T Nº 2, Ing. Carlos A Cassaffousth – Córdoba.


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Libros lentos sobre arte argentino. Editores: Santiago Villanueva y Nicolás Cuello.
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