Cocktail #9 - Patricia Vazquez & Alejo Valle
Observar supone, por defecto, alguien que observe y algo observado. Esta verdad impuesta por el lenguaje se reconoce perfectamente en cada uno de los vértices del triángulo que conforma el fenómeno artístico. Así, si el artista se define como creador de la obra, lo observable, el espectador se erige como tal en tanto es sujeto que observa.
Sin embargo hay gatos que se confunden con liebres. O al menos eso parecen querer advertirnos los protagonistas de hoy, quienes con su propuesta se postulan como los primeros observadores poniendo en jaque la aceptación intuitiva de aquella lógica verbal (al fin y al cabo, el artificio al que accede el público no es más que el resultado de un recorte, por ende fragmentario, de una realidad por ellos previamente percibida). Realidad que, “arrancada al azar”, permite un nuevo acercamiento a un objeto conocido, una especie de redescubrimiento que lo vuelve otro. Y para esto a veces basta con dirigir la vista al suelo o arruinarse los dedos con ferrocianuro de potasio.
Porque todo lo que brilla puede ser azul. Sólo hay que saber mirar.
Belén Marinato